el amor/la acción es la certeza de la vida – Serigrafía 50 x 23 cm

Esta intervención escrita por medio de panfletos repartidos en movilizaciones, actividades y espacios de cuidado concatena en una frase las reflexiones construidas con Alaa Jaber, Layla Hassan Awawda y la organización Shuruq شروق habitantes de Al- Quds y Al- Jalil en Palestina Ocupada. Quienes son líderes territoriales y de su comunidad enfrentando los efectos de la ocupación, colonización y deshumanización. Este proceso fue realizado durante una estancia de monitoreo de derechos humanos en Junio – Septiembre de 2023.

Las actividades realizadas se agruparon en: Presencia protectora en comunidades locales vulnerables. Monitorear y denunciar violaciones de derechos humanos con palestinos e israelíes que trabajan por una paz justa. Presencia protectora ofrecida a grupos vulnerables como: Niños y profesores sin acceso a escuelas en zonas militarizadas y volátiles de la Ciudad Vieja. Familias afectadas por el acoso militar y de colonos, demoliciones y/o desalojos de sus hogares. Comunidades beduinas expuestas a un alto riesgo de violencia y desplazamiento forzado y seguimiento de casos de asedio y violencia militar.

EL AMOR COMO ACCIÓN

La frase es una modificación de “el amor es la certeza de la vida ” del militante revolucionario y precursor de los primeros procesos de paz en Colombia, Jaime Bateman Cayón. Sus palabras son aún un enorme referente del fuego interno que implica la revolución, el revolucionario verdadero esta movido por profundos sentimientos de amor, un amor como sentimiento que impulsa la acción, un amor eficaz que aporta, nutre y moviliza. La resistencia palestina es aún hasta la fecha sostenida por profundos sentimientos de amor y cuidado colectivo que no pertenecen exclusivamente a las instituciones gubernamentales. Estas formas de cuidado, de comunidad como red de contención de la supervivencia son procesos de resistencia fundamentales que desaparecen debajo de la sobreexplotación mediática. 

Aun hoy, mientras que la ocupación continúa estas formas de cuidado prevalecen y se entretejen entre el amor por el territorio y la comunidad que a pesar de todo, aun la habita. La interrelación de narrativas, entre Colombia y Palestina además recuerda que los patrones históricos de opresión son los mismos, bajo los mismos poderes y con las mismas resistencias.

Como lo manifiesta Nasser Abourahme, existen nuevas formas de asociación que determinan al movimiento o la acción como necesidad para una revolución. “Dadas las condiciones históricas y territoriales la revolución palestina entiende el movimiento como primera condición de política“. Las formas de organización autónoma en medio de la privación del movimiento generan instancias de cuidado colectivo que son ajenas a las formas de determinar la revolución desde una perspectiva occidental, la revolución entonces no implica ya la transformación total del sistema sino una lucha por la transformación de conciencia, para decolonizar el ser. Es esa la propuesta de las revoluciones no absolutas que sostienen una pesimista esperanza, asi, la revolución latinoamericana y palestina se extienden en la temporalidad de resistencias diarias contra las opresiones cotidianas de un sometimiento que pretende colonizar la vida misma. Es en este campo de lucha donde el amor y la acción son fuerza y movimiento hacia una resistencia que no pretende un fin sino un inicio de nuevos paradigmas construidos desde la re significación de lo que hay. 

Revolution after Revolution: The Commune as Line of Flight in Palestinian Anticolonialism
NASSER ABOURAHME

Fragmentos de Bitácora:

Agosto 19 de 2023

Subimos muchos escalones en Silwan, que para mi es idéntico a un Barrio en Cali, Colombia que se llama Siloé, donde los murales protegen y dan una sensación de seguridad a la comunidad que la habita. Fuimos de casa en casa, de niño en niño buscando razones sobre el infante que la noche anterior fué atacado. En este barrio los colonos tienen casas de asentamiento con familias de Judíos a quienes les pagaron por habitar en el barrio, estas familias cuentan con una guardia armada que los protege de los ” peligros” que pueden enfrentar, pero son en realidad una forma de imponer terror en el barrio. Subimos casa a casa, ventana a ventana y por fin encontramos a la madre quien como siempre nos invitó un café., nos estamos a escuchar la historia. Su niño estaba jugando y un niño colono lo empezó a agredir, el niño palestino se defendió y un militar le dio un disparo en la cabeza, el niño fue llevado al hospital bajo orden de arresto pues siempre la persona palestina es considerada culpable.

La madre repetía las mismas palabras. No necesitamos nada, nada, ninguna suma de dinero me puede traer a mi niño de vuelta. Su nombre es Abed Zaghal.

Lifta — 28 de agosto de 2023

Junto con Firas —conductor, traductor y creador de las listas de reproducción más increíbles que conocí en Palestina— vamos a Lifta, una antigua aldea que turísticamente se presenta como abandonada por el pueblo palestino, aunque en realidad fue una de las muchas aldeas completamente destruidas durante la Nakba en 1948, también conocida como “la catástrofe”.

Cuando entramos a las casas, nos encontramos con grupos de colonos israelíes que utilizan el lugar para hacer sus oraciones, tener citas, tomar café o bañarse en los arroyos. Ninguna persona palestina tiene permiso para estar aquí.

Dentro de las casas aún se ven las estufas, las marcas negras de los fogones en las paredes. En algunas, incluso permanecen utensilios, objetos abandonados bajo la promesa de que algún día las personas palestinas podrían regresar.

El espacio está congelado en el tiempo. Se ha convertido en un sitio turístico, presentado como un lugar histórico, pero es, en realidad, el vestigio visible de una colonización que se esconde bajo el disfraz del turismo ecológico.

Ciudad Antigua de Jerusalén — 20 de julio de 2023

Estamos en la celebración del Eid junto con una pareja de personas mayores cuya casa está por ser tomada por colonos israelíes. El resto del edificio ya ha sido ocupado; desde las ventanas les gritan, les lanzan basura y desechos sobre la ropa que cuelgan en el patio. Nura ha vivido aquí toda su vida. En esta casa crió a sus hijos, tejió su historia.

Nos quedamos haciendo guardia, mi compañera, personas de otras organizaciones y yo. Afortunadamente, bajo el sonido de Umm Kulthum, fuimos recibidas con comida abundante y la calidez de una familia en resistencia. La escena me recuerda a una celebración en casa, en medio de los trópicos, entre árboles de mango: gente que se saluda con afecto, primos que juegan, mujeres cocinando, hombres fumando y tomando café. Me sentí exactamente como en casa. Vi en ellos a mis padres, escuchando música de protesta y buscando formas de permanecer.

Un mes después, serían desalojados. La última imagen que tengo de él fue sus cosas dentro de una bolsa. Esa mañana no pudimos estar allí. Nura había salido al médico, después de un mes encerrada por miedo a que la desalojaran si cruzaba la puerta. Ese día protestamos. Vimos cómo sus pertenencias fueron lanzadas a la calle por quienes llegaban a ocupar su hogar, probablemente personas contratadas por el gobierno o llegadas de algún país europeo.

Casa a casa, libro a libro, canción a canción, vigilancia tras vigilancia, cada publicación permitida o censurada revela una de las formas más atroces de ocupación y deshumanización de una colectividad entera.

Vengo de un lugar marcado también por la violencia, pero nunca había presenciado un grado tan calculado y profundo de deshumanización. Jamás olvidaré el sonido de Umm Kulthum impulsando, como un canto sagrado, la lucha por la dignidad colectiva.

30 de julio, Vía Dolorosa, Ciudad Antigua, Jerusalén

Estamos con mi colega comiendo algo antes de continuar nuestra guardia, y de repente escuchamos gritos. Salimos a la acera, y vemos a una mujer que está siendo arrastrada junto con su hija —completamente destrozada—, amarrada por las manos, hacia la estación de policía cercana.

Tratamos de caminar detrás de ellas para poder observar con claridad lo que está ocurriendo y reportar el incidente. Incluso dentro de la estación de policía puedo seguir escuchando sus gritos. No sabemos qué le están haciendo allí, y lo que sea que esté ocurriendo va a quedar completamente impune.

Esto sucede en medio de una ciudad llena de turistas —en su mayoría cristianos y católicos— que vienen aquí persiguiendo una noción de Dios, una imagen de Jesús.

Y mientras esto ocurre, mientras una mujer palestina grita desde una estación de policía, a solo unas calles de donde fue torturado el otro Mesías, el mundo sigue mirando hacia otro mesias.

Yatta, sur de Hebron, 31 de agosto de 2023

Hemos estado toda la noche haciendo presencia protectiva en una casa de una granja, ya que muchos colonos llegan y asustan al ganado, asustan a la familia y tratan de hacer que se vayan para intimidarlos, como lo han hecho desde hace muchos años. Estos colonos han sido financiados por el gobierno estadounidense y el gobierno israelí, solamente para ejercer intimidación y expulsar a las familias que llevan aquí cientos de años, de sus hogares y de sus territorios.

Estos colonos rompen las reservas de agua, atacan a los animales y mantienen un hostigamiento constante, basado en la creencia de que son los únicos poseedores legítimos de la tierra.

Anoche fue una de las noches más hermosas que he tenido, porque nos quedamos hablando y bailando con una familia que tiene una hermosa pareja de niñas gemelas, con quienes nos reímos muchísimo, aunque no comprendiéramos mucho nuestros intercambios de palabras. Comimos aceitunas y vegetales en salmuera, mucho pan, y nos reímos. Las mujeres me preguntaban si estoy casada, si tengo esposo, y qué significan los rayones que tengo en la piel. Nos reímos juntas, y hacía mucho tiempo que no veía reírse así a la madre de la familia.

Recuerdo que bailamos y saltamos, y en ese momento comprendí lo hermoso del sentido comunitario del amor y del cuidado. Después nos fuimos a dormir en un espacio de carpa, cerca del establo de las ovejas. Fue uno de los momentos más especiales de mi vida.

Jerusalén, Ciudad Antigua, Septiembre 1, 2023.

Todos los miércoles hago la ronda para poder ver de forma anticipada cómo los soldados israelíes humillan a los niños que van hacia la escuela, cómo perfilan racialmente a las personas para poder acorralarlas contra las paredes, y tener claros abusos a todas las personas solamente para mantener una noción de humillación y de dominación. Caminando por las estaciones del Viacrucis en la Ciudad Antigua, voy hacia el café de Nadder, a quien siempre que le pregunto me dice, estamos bien, alhamdulilah. Su tienda es un café que queda en una de las etapas de la vida que andó Jesucristo. Tiene en sus paredes un montón de cartas y de diferentes billetes de todo el mundo. Y sabe que no puedo tomar café, así que siempre me da un poco de té y una galleta dulce. Su gato es profundamente esponjoso, e igual que él tiene un aire estoico y una presencia de milenios en el territorio. Su hijo es director de una de las universidades más importantes en Jerusalén. Es una universidad palestina que se llama Al-Quds University. Sin embargo, el gobierno israelí la ha deslegitimado como institución educativa para poder borrar todo el trasfondo histórico que tenga que ver con raíces palestinas en el territorio. Nadder es una de las personas más optimistas que he conocido.

Siempre fuma sus cigarrillos con mucha gracia y pausa nuestras conversaciones a la hora de hacer sus oraciones hacia la meca. Escuchar el llamado a oración en cada momento se ha vuelto para mí un espacio de paz, de respiración y de agradecimiento.


Yatta, sur de Hebrón — 1 de agosto de 2023

Para poder llegar a Yatta es necesario atravesar desde Jerusalén el punto de control de Belén, uno de los múltiples checkpoints militares. Yo tengo el privilegio de portar un pasaporte internacional, lo que me permite el paso. Sin embargo, a mi alrededor hay filas de personas que esperan acceder al culto, a la educación, a su trabajo o a centros de salud: ancianos en sillas de ruedas, personas enfermas, mujeres cargando bebés en brazos. A muchos de ellos se les rechaza sin justificación y simplemente no se les permite el paso. Hay una puerta para personas con discapacidad que jamás abren.

Si algo aprendió el Estado de Israel de sus ancestros europeos fue el uso de la burocracia como herramienta de opresión. Una burocracia minuciosa que paraliza, posterga y niega el derecho a vivir.

Cuando finalmente llego a Yatta, acompaño al padre de una familia a cuidar y pastorear ovejas. A lo lejos, se ven terrenos intensamente verdes que contrastan con las estepas áridas del paisaje palestino natural. Esa vegetación no es natural aquí. Una de las filosofías de Ben Gurion —uno de los impulsores de la ocupación— era “hacer reverdecer el desierto”. Lo que no se decía con claridad es con qué agua se reverdecería.

El agua utilizada para esos terrenos no proviene del aire, sino de los pueblos palestinos, a quienes se les quita el acceso a sus propias fuentes. Además, muchos de los árboles utilizados para este reverdecimiento forzado son especies invasoras, lo que incrementa los riesgos de incendios forestales.

Hoy también aprendí algo que me dejó atónita: en algunas ocasiones, el ejército israelí confisca los animales de pastoreo y los encarcela —literalmente— en espacios diseñados para retenerlos. A los palestinos se les exige el pago de una suma diaria para recuperarlos. Una lógica de castigo económico y simbólico que no tiene otro propósito que el de quebrar la vida cotidiana.

Jamás en mi vida había visto un sistema opresivo tan perfectamente engranado, que busca afectar cada momento de la existencia colectiva.

Septiembre 12 de 2023

Estoy a punto de irme y me duele despedirme. Hace poco fui al cumpleaños de un amigo en Belén con quien nos sentimos a gusto hablando de como aveces extrañamos el aroma del gas pimienta, a mi me recuerda la universidad donde estudié, a el las redadas que el ejercito hace en el campañento. Para ambos representa hogar.

Me he acostumbrado a ver a los soldados con su rudeza impostada que da claras muestras de la instrumentalización de su miedo colectivo. Veo a las mujeres soldado con sus uñas de acrilico y las groserias que le dicen a las personas. Debe ser una carga pesada la de la disonancia cognitiva entre convertirse poco a poco en lo que juraron nunca repetir.